DOLOR EMOCIONAL
“Señor, no tengo quien me meta en el estanque...” Juan 5:1-9
Todos en algún momento dado pasamos por frustraciones: En lo emocional, en lo económico, en lo espiritual, etc. Algo a lo cual le pusimos la vida y el corazón para alcanzarlo, pero no sucedió, se alejó, se quedo atrás en lo profundo de tu mente, un sueño que no lograste abrazar. Hoy quizás lo recordas con nostalgia, resignándote a tu realidad, asesinando sueños, matando ilusiones, dándote un paseo por el infierno de “si tuviera suerte todo seria diferente”.
Está en nuestra naturaleza
alcanzar logros, sueños y anhelos, pero cuando la meta de comprarte un auto,
una casa o tener un ministerio no se
alcanza proyectamos enojo y angustia.
Cuando ves a una persona que
maltrata, se pone violenta e insulta, en el fondo encontras a una persona
frustrada, incapaz de entregarse a un sueño, o de volver a empezar.
También esta el otro extremo, la
persona que reprime todo, envenenando su autoestima, dañando su corazón. Esa
persona se aísla, entra en una introversión, drenada emocionalmente, sin fuerza
para superar la adversidad.
En la historia de nuestro pasaje
bíblico había un paralítico que estaba en el Estanque de Betesda. Usemos el uso
de nuestra imaginación y pongámonos en la piel de ese lisiado.
Rodeado de gente con defectos,
deformados, mutilados; en derredor de una atmósfera de dolor. Ese lugar era su
casa. Desechado, marginado por la sociedad, olvidado, frustrado...
Su mente quizás imaginaba la
posibilidad de estar corriendo, saltando, trabajando, con una familia formada;
Pero inmediatamente su físico le muestra que sus piernas no tienen estimulo.
Probablemente no tenga dolor en sus piernas, en ellas ya no siente nada, pero
en el alma, en el alma Sí. El dolor emocional de los recuerdos es torturante,
la familia que lo abandona y los sueños del pasado ya son historia, producen en
su interior un calvario.
38 años de frustración, 38 años
de sueños perdidos, 38 años viendo como las oportunidades pasaban de
largo. Tantos años de sufrimiento,
viendo como otros jugaban, corrían, se amaban y para él era todo tan distinto.
Que sueño puede albergar un
corazón tan dañado y envenenado de dolor?
Esperando que la muerte le de un
supuesto descanso un día llego un hombre que se detuvo a verlo. ¿Quién podría
interesarse por él? Si ahí estaban los que la sociedad no quería?
Fijándose en él le dijo: Quieres
ser sano?
Los ojos del paralítico se
ensancharon, apenas si podía articular palabra.
Su mente decía: Hace 38 años que
quiero ser sanado. Una lagrima se precipitó por su mejilla. En el estanque de
tanto en tanto un ángel desciende y remueve las aguas y el que se sumerge queda
sano; pero el no tenia a nadie, era una bolsa de huesos, inútil a un costado.
Que si quiere ser sano? Que si
quiere paz? Que si quiere amor?
Por dentro su corazón explotaba,
mientras una vos segura pero cargada de amor le dijo: Levántate, toma tu lecho
y anda!.
Y de pronto un milagro!! La
medula se aliñaba con sus piernas, sus músculos se fortalecían.
Y se levantó, y fue sano.
Jesús viene a decirnos que nos
levantemos!
Nosotros también estábamos así.
Fuimos a muchos “estanques” buscando lo que necesitamos, pero solo la voz del
Señor es la que penetró en nuestro corazón. Solo su voz..
Busca su voz, no esperes al ángel,
no busques otros estanques. Permanece sensible a su voz.
No importa si estas en el
piso, puedes estar derribado pero no
destruido. Él vendrá a buscarte y a decirte:
levantate!!.
Si otros llegaron antes que vos
a alcanzar sus sueños, no te angusties. Escuchá la voz de Dios que te dice:
Levante, hay esperanza, hay vida, hay nuevos sueños!!
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