SOLO SU VOZ

 


Nos relata el evangelio de San Juan en el capítulo 5 la triste historia de un hombre paralitico que llevaba 38 años cargando su enfermedad. Sus días transcurrían en el Estanque de Betesda en compañía de muchos otros, que como él, padecían de diversas enfermedades. Porque estaban todos allí? Porque de tanto en tanto un ángel descendía y removía las aguas y el que primero se arrojaba quedaba sano de su enfermedad. Indudablemente todos querían aprovechar esa oportunidad y soñaban con ese día, por eso estaban allí. El hombre de nuestra historia contaba con una evidente desventaja; su parálisis. Siempre alguien se adelantaba a meterse en el agua y así, vez tras vez, veía esfumarse su anhelo de ser curado. Decenas de veces habrá escuchado la promesa: “Tu eres el próximo” sin embargo el egoísmo de sus pares hacia que esas promesas se desvanecieran como agua entre los dedos.

El dolor de este paralitico era intenso, pero no en las piernas, ya que están pendían inútiles y sin vida, su dolor estaba en el corazón. El se sentía frustrado, decepcionado, triste y amargado, viendo como no tenía a nadie que quisiera ayudarle de verdad. Hasta que un día todo cambio. Al pasar Jesús por allí, lo vio y se compadeció de él, sabiendo que llevaba mucho tiempo así, y deteniéndose le pregunto: “Quieres ser sano?” En vez de responder enfáticamente, SI! El paralitico contesto: “Señor, no tengo quien me meta en el estanque y entretanto que intento arrojarme en el,  otro se me adelanta…”. Sus palabras dejaron de manifiesto lo que había en su corazón; desilusión y tristeza. Este hombre ya estaba resignado a su situación, al depender de los demás se dio cuenta de lo injusta que la vida había sido con él.

Quizá usted sea hoy esa persona que sufre, que se encuentra lisiada del alma, llena de dolor y decepción y resignada a la postración. Todos le defraudaron y aunque el tiempo pasa todo sigue igual. Mi pregunta al igual que la de Jesús para usted es: Quiere ser sano?

La solución de este hombre, no llego de los amigos, ni de la familia, ni de su fuerza de voluntad, que por cierto estaba quebrada, su solución llego cuando escucho la voz de Jesús.  La voz de Jesús es la que nos reconforta, nos da esperanza, su voz nos levanta! Usted ya escucho muchas voces de falsas promesas, diagnósticos negativos,  de desesperanza incluso sus voces internas diciéndole “nunca vas a salir adelante”. Ahora es tiempo de escuchar su voz que te dice: “Levántate toma tu lecho y anda”. Jesús puede hacer lo que nadie hizo por usted, si tan solamente obedece a su voz. Ponga toda su atención y su fe en Jesús y él le levantara!

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