LA ÚLTIMA PALABRA
San Marcos 5: 35-43
Mientras él aún hablaba, vinieron de casa del principal de la sinagoga, diciendo: Tu hija ha muerto; ¿para qué molestas más al Maestro? Pero Jesús, luego que oyó lo que se decía, dijo al principal de la sinagoga: No temas, cree solamente. Y no permitió que le siguiese nadie sino Pedro, Jacobo, y Juan hermano de Jacobo. Y vino a casa del principal de la sinagoga, y vio el alboroto y a los que lloraban y lamentaban mucho. Y entrando, les dijo: ¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no está muerta, sino duerme. Y se burlaban de él. Mas él, echando fuera a todos, tomó al padre y a la madre de la niña, y a los que estaban con él, y entró donde estaba la niña. Y tomando la mano de la niña, le dijo: Talita cumi; que traducido es: Niña, a ti te digo, levántate. Y luego la niña se levantó y andaba, pues tenía doce años. Y se espantaron grandemente. Pero él les mandó mucho que nadie lo supiese, y dijo que se le diese de comer.
Esta es la historia de un padre desesperado porque su pequeña hijita de 12 años se está muriendo. Hace ya unos cuantos días la fiebre no la deja y el no halla qué hacer. Recurrió a los mejores médicos y especialistas de su tiempo pero aunque escucha de boca de ellos muchos y diversos diagnósticos su pequeña hija, la niña de sus ojos, lejos de mejorar sigue empeorando aún más. Esos fueron días dolorosos en que él hubiese querido que el reloj se detuviera y le regalara tiempo para encontrar la solución, pero el reloj no detiene su paso y cada hora que pasa lo hunde aun más en la desesperación. Voltea a sus costados como intentando distraerse o encontrar consuelo en los suyos pero fue para peor. Su esposa, a unos metros y en un rincón de la habitación, está quebrada, llorando y apenas si puede levantar la mirada. Al contemplar ese cuadro, aquel padre que había intentado ser fuerte hasta ese momento y no quebrarse emocionalmente y menos llorar delante de los demás, no puede contener las lágrimas y se echa a llorar desconsoladamente. Nunca antes había llorado así, Jairo era un hombre serio, estructurado, seguro de sí mismo y de convicciones muy firmes que no se dejaba doblegar fácilmente por los sentimientos, pero ese día lloró como nunca, porque cuando el dolor toca donde más duele allí terminan los valientes, las formas, el que dirán y hasta la propia dignidad. Jairo era muy religioso, de hecho desde muchacho se había dedicado al conocimiento de la Torá y los misterios de Dios y su Palabra, eso lo llevó a ser un principal en la sinagoga de su pueblo, pero en ese momento se sentía vacío, nada de lo que conocía parecía aplicarse a lo que estaba pasando, todo lo aprendido no eran más que palabras vacías de contenido en su cabeza, palabras que ahora no tenían poder para cambiar su situación (más de un religioso se abra sentido así en algún momento de su vida!). Alguien le dice que por las calles de la ciudad está caminando un tal Jesús, un excéntrico hacedor de milagros de no más de treinta años, del cual ya muchos daban testimonio de que realmente Dios estaba con él para sanar y ayudar a gente desesperada como él. Escucha con atención el comentario, por algún momento se le cruza la idea de que ese tal Jesús podría ayudarlo en su desespero pero rápidamente desestima esa posibilidad. Es que Jairo es muy apegado a las formas, es muy celoso de su religión y sus convicciones. Su voz interna le decía “Tú tienes una creencia, una iglesia, una trayectoria religiosa, una reputación, una imagen que cuidar!” “No puedes ir y meterte entre esos locos, que va a decir la gente, aquellos que te oyen todos los sábados cuando abres el rollo y les enseñas en shabat?” No terminaba aun de procesar esa voz, cuando su esposa se le acerca y le dice: “Querido, ve a buscarlo, ve y habla con ese tal Jesús, pídele que venga a nuestra casa, nuestra hija se nos muere!” El nervioso, titubeante y claramente contrariado no sabe que responderle, pero al mirar otra vez hacia la cama la figura de su hija agonizante, sale por la puerta de aquella oscura habitación determinado a buscar la solución. Esta es la primera y gran prueba que tuvo que enfrentar aquel padre, la prueba de la rigidez: “Yo ya tengo mi religión, yo tengo mi santo, yo siempre critique a esos locos saca plata y hasta altura de mi vida no voy a cambiar, yo tengo mi forma de ser, yo tengo mi manera de pensar” Te puedo asegurar que toda esa rigidez se derrite cuando tu hija se te muere o el problema te está quitando hasta la última gota de sangre. Caminó tan rápido como pudo y de repente allí estaba, entre el gentío que seguía a Jesús. Si hay algún Jairo aquí, si hay alguien que ya no da más y quiere ver su vida cambiar, si quieres ver tu milagro, rompe tu estructura, olvídate de lo que pensabas y del pasado y busca a Jesús con todo tu corazón y el entrara en tu casa y todo lo que no tenia vida resucitara. Hay evangélicos religiosos vegetando dentro de las iglesias, atados a formalismos, a costumbres, a ritos, a una rigidez de pensamiento, ligados con Dios por tradición pero no por amor, diciendo “Yo soy así, no voy a cambiar, creo pero no soy fanático, no tengo tiempo para comprometerme” Tristemente Dios tendrá que usar la desesperación para que corras y te postres a los pies de Jesús.
Había vencido su primera barrera. Aunque la gente comentaba en voz baja, a él no le importo, ya estaba frente a Jesús. Se postra ante él y le dice: “Por favor ven a mi casa y pon tu mano sobre mi hija que se está muriendo!” Entre tanto que estaba en esta insistencia, Jesús parece enfocar su atención hacia otra cosa. ¿Que podría ser más importante que su ruego desesperado? Jesús se detiene, mira para los costados, y luego de un breve silencio pregunta: “¿Quién me ha tocado?” Los discípulos extrañados por la pregunta le contestan “Señor una multitud te aprieta y tu preguntas quien me ha tocado?” “Alguien me toco con fe, yo sentí que virtud salió de mi”. Tímidamente aparece entre el gentío una muchacha, flaca, pálida que trataba de incorporarse porque había llegado hasta allí arrastrándose. “Señor, yo soy la mujer que te ha tocado” Jairo no lo podía creer, todo aquello era un gran contratiempo, cada minuto contaba para el pero no para los demás. Mientras Jesús hablaba con aquella mujer, Jairo iba de aquí para allá impaciente. Esta fue la segunda valla que tuvo que superar, la segunda prueba de la fe: La espera. Todos hemos de pasar por ella, todos hemos de enfrentar la ansiedad de un milagro que no llega, de una respuesta que no viene, de un teléfono que no suena, de un medico que se demora en dar su parte médico y de sentir que cada minuto se nos vuelve interminable y nos sumerge en la desesperación. Pero tengo una palabra para alguien: Por más que tu milagro se demore, por más que haya contratiempos, por más retrasos que estés experimentando, Jesús se glorificara en tu vida, los tiempos del Maestro son perfectos, el está en control.
Pero la tercera y última prueba seria la más terrible y descarnada. Esta podría apagar la fe de cualquiera, aun la del más creyente. Una pequeña comitiva de conocidos viene por el camino, sus caras lo dicen todo, las noticias parecen no ser buenas. Cuando llegan delante de Jairo este confirma lo peor: “Ya está, se cortó, murió, no hay nada más que hacer, ya no tiene sentido que sigas acá” Esta es la prueba de las malas noticias. Mensajes y mensajeros que vienen a desalentarte y a apagar tu fe, palabras que te hacen doler el corazón y que nunca hubieses querido escuchar, noticias que aunque están en las probabilidades uno dice, “a mí no me va a pasar”: “Tendremos que prescindir de sus servicios” “Nos separemos, ya no siento nada por ti” “Hemos hecho todo lo posible, está en las manos de Dios” “No aprobó el examen de ingreso” En esos momentos sentimos que todo nuestro ser se desmorona cual castillo de naipes.
Todavía no había logrado digerir en su alma estas palabras cuando Jesús se adelanta a decirle: “No temas, cree solamente”. “No te entregues al sentimiento, a la mala noticia!” Yo tengo la última palabra y te digo: “No temas…cree!...tu hija vivirá!
Todo puede revivir ahora mismo si le crees a Jesús, si oyes su voz si te abrazas a Aquel que tiene la última palabra. Tu familia, economía, salud, felicidad, sueños van a resucitar si escuchas solo su voz, si decides llevar a Jesús a casa contigo. Abrázate hoy de la última palabra! Lo que amas resucitara!
Comentarios
Publicar un comentario