DECISIONES DE NAVIDAD
El propósito de la navidad es recordar a Cristo, celebrar su cumpleaños y gozarnos de que el haya venido a este mundo.
Todo lo demás es folcklore, tradición…no digo necesariamente que este mal, sino que es secundario.
En navidad, nos reunimos con la familia y amigos, algunos se hacen regalos, comen en abundancia, gastan mucho dinero en pasarla bien y no critico esto, cada quien sabe hasta donde le da el bolsillo o le que le hace feliz, pero si lo que juzgo es que se ponga a Jesús en un lugar secundario y caigamos en contradicciones evidentes, como por ejemplo que siendo Jesús el celebrado ni siquiera en algunos hogares se lo mencione, menos adore. Contradicción como gastar más de la cuenta cuando Jesús nació en un lugar de prestado y murió en una tumba prestada y durante su vida no tuvo donde recostar su cabeza, contradicción tal como perderse en el alcohol o el libertinaje siendo que El vino para salvarnos justamente de esa vida de pecado. ¿Cómo se sentirá Jesús frente a este comportamiento? Es realmente la navidad lo que celebramos o es una excusa para nuestros propios deleites? Pensamos en Jesús o pensamos en nosotros mismos?
La historia de la primera y verdadera navidad comienza en la casa de una muchachita llamada María de no más de 15 o 16 años, que en un momento tuvo que tomar una decisión: Hacer lo que quería, lo que le convenía, lo que le gustaba o hacer la voluntad de Dios. Podía pensar en ella, en sus planes y sueños de esposa y futura mama o poner el plan de Dios en primer lugar. Cuando el ángel Gabriel, conocido en la liturgia cristiana como el ángel de la anunciación, la visito y le dijo “Salve muy favorecida, el Señor Dios es contigo y bendita serás entre todas las mujeres de la tierra” ella no tenía la menor idea de la historia que estaba a punto de empezar a escribirse. Dios la había elegido para ser la portadora en su vientre nada más ni nada menos que del salvador del mundo enviado del cielo. Concebiría del Espíritu Santo, por lo cual el santo ser que nacería de ella seria llamado Hijo del Altísimo. Esto que a nosotros a la distancia y más de 2000 años nos suena tan dulce y especial no lo fue tanto para aquella muchacha campesina. Tenía novio, estaba a punto de casarse, la boda ya tenía fecha y en aquel entonces los casamientos eran arreglados y se debían cumplir formalismos, obvio que uno de ellos era que ella no apareciese embarazada! Puedes imaginarte el brete en el que ahora se encontraba? En ella estaba abortar el sueño de Dios para seguir con su vida normal o hacer las cosas a la manera de Dios. Ella tenía la decisión de aceptar o no la visitación de Dios. Gracias al cielo que Dios no se equivoco al elegir a María.
Salvando las distancias y las diferencias, todos de una u otra manera somos María. Hombres y mujeres con vidas normales, rutinarias y aferrados a ellas por la seguridad justamente que brinda la rutina y el control de lo simple. Caminamos por la vida tan inmersos en nuestros planes y preocupaciones que poco tiempo tenemos para pensar en Dios y en la eternidad, pero en un determinado momento Dios irrumpe en nuestras vidas obligándonos a tomar una elección de vida: Dejarlo entrar o cerrarle la puerta del corazón. Muchos dirán: “No hay dudas! Yo le digo si al Señor” Pero, presta atención! decirle si a Dios es más que una afirmación romántica, es más que armar el pesebre, es más que celebrar la navidad, es:
-Creer que su plan es mejor que el mío
-Es obediencia y sumisión total
-Es entregarle al Señor el control de todo
-Es convertirnos en el instrumento de su voluntad, sirviendo a su plan y no al mío.
-Es correr el riesgo de ser incomprendido, menospreciado y dejado de lado por quienes no entienden la visitación de Dios.
-Es creer que el Dios que te llamo a una misión pagara también por el éxito de ese sueño (por eso el oro, incienso y mirra que le trajeron los sabios del oriente)
-Es estar dispuesto al desapego y la renuncia total a fin de agradar a Dios.
Espero que en esta navidad puedas tomar la mejor decisión. Dios te bendiga!
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