PERDONA NUESTROS PECADOS (ASUNTOS INTERNOS)

 


Cuando se trata de defectos, los hijos de Dios a menudo miramos para otro lado, ponemos las culpas afuera, buscamos chivos expiatorios, y hablamos de “pecado y pecador”, en tercera persona, como realidades que están afuera, y que nada tienen que ver con nosotros. Sentimos que por estar dentro de una iglesia ya estamos inmunizados contra lo imperfecto, lo malo y negativo, que ya somos parte de un “museo de santos” pero no es así. Nada más lejos de la realidad! La verdad es que muchos de los males que señalamos en “los de afuera” están escondidos dentro de nosotros y por eso, quizá,  esa aversión y condena despiadada de algunos hacia los “pecadores”, porque en esa crítica esconden lo que no les gusta de sí mismos.

El orgullo, la avaricia, la envidia, la lujuria, la crítica, la mentira, por mencionar solo algunos,  son pecados instalados dentro de la Iglesia. No me escandalizo de esto! Solo pongo el tema sobre el tapete. Tengo muy en claro que la Iglesia está compuesta de hombres y mujeres imperfectos (entre ellos yo). El problema es la hipocresía y vivir con mascaras, negando la realidad.  Nuestro pecado, a diferencia de los de “afuera”, esta agravado por el vinculo, somos hermanos!. Convivimos con estos pecados, los sufrimos y aunque decimos practicar el amor y el carácter del Espíritu Santo, ángeles y demonios luchan dentro de nosotros. No se puede ocultar, no se puede tapar el sol con un dedo, la realidad es contundente. Cuantos cristianos viven enemistados, peleados y sin saludar al otro? Cuantos hacen malabares para esquivar al que no soportan? ¿Cuántos hay que dejaron de asistir a su iglesia porque allí hay “hipócritas” y “malas personas” (no importa si estas tienen años de creyentes o no)? Cuantos hay que deciden llegar sobre la hora de la reunión e irse en medio del último amen, con tal de no cruzarse con fulano o mengana?. Y la lista no se agota! No nos alcanzarían las páginas para hablar sobre aquellos que critican el diezmo, la ofrenda, el dar como un mecanismo de justificación de su debilidad: La avaricia; o para relatar las miles de historias de iglesias divididas por causa de la lengua o la puja intestina de poder, el orgullo de los que no obedecen a la autoridad espiritual porque a ellos “les habla el Espíritu Santo” siendo profetas de su propia conveniencia sin estar insertos en el cuerpo. No podemos dejar de mencionar la envidia que carcome a quienes ven en el otro obrero, o hermano a un rival y no un compañero,  al punto de caer en la descalificación hacia el otro, en la mentira, el chisme, la murmuración y la crítica, pecados de la lengua (y de las redes sociales) que abunda en el mundillo evangélico. Es escandaloso ver en la internet hermanos contra hermanos, pastores contra pastores, iglesias contra iglesias, como si descalificar al otro o apagar la luz del que brilla fuera a darles alguna suerte de ventaja delante de Dios y de los hombres, por el contrario! Si entre pastores hay envidia, traiciones, deslealtades, mentiras,  que podemos esperar de quienes están bajo esa guía espiritual?.  Este pensamiento mío no apunta a señalar a nadie desde un pedestal de perfección que no poseo, ya que soy imperfecto, sino simplemente reflexionar juntos acerca de la gran necesidad de reconciliarnos con lo predicamos: el amor incondicional, el perdón, la fidelidad, la santidad, la reconciliación y todas aquellas virtudes cristianas que en algún tiempo nos identificaron como “gente diferente” en medio de un mundo sumido en oscuridad.

La solución a nuestros “asuntos internos” no está en abandonar el barco, salirse de la familia de la fe, o construir nuestra propia “Arca de Noé” sino en tener la actitud del publicano de la parábola de Jesús: “Se propicio a mí que soy pecador”. Somos salvos por la gracia, pero falta convertirnos a través de una entrega total. Solamente muriendo a la voluntad propia y al carácter viejo podremos construir entre todos la Iglesia santa y pura que Jesús viene a buscar.

Señor, Perdona Nuestros pecados!

 

 

 

 

 

 

 


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