LISIADO DEL ALMA



2º Samuel 9

Esta es una de esas historias que parecen sacadas de un guion de cine, pero no, no es ficticia, no es una novela, es la historia real de un niño llamado Mefiboset que en un mismo día experimento  la desgracia y el dolor que nadie quiere siquiera
imaginar. Víctima de las circunstancias que estaban fuera de su control, y con tan solo cinco años, pierde en la guerra a su padre, Jonatán, y a su abuelo Saúl, quien era el Rey de Israel. Cuando la criada que cuidaba del pequeño se entera de esta terrible noticia, toma la decisión de cargar al niño en sus brazos para escapar del palacio y esconderlo de los enemigos de la familia. Era costumbre en aquella época, que el nuevo monarca mandase a matar a todos los integrantes de la familia del rey vencido con el fin de afirmar su trono y evitar así que alguien de la familia del antiguo rey se levantara para reclamar o luchar por lo perdido. Mientras la criada escapa, algo la hizo tropezar y el niño que estaba en sus brazos cayó al suelo. Cuando lo fue a levantar se dio cuenta que sus dos piernitas estaban quebradas y ahora pendían inútiles. Mefiboset nunca volvió a caminar. Desde aquella hora quedo lisiado de los pies. Mefiboset fue llevado a Lodebar, una pequeña aldea desierta, sin vegetación, sin comunicación, donde iban a parar aquellos que como él quedaban desplazados de todo, al margen de la vida y abandonados a su suerte. La palabra Lodebar está compuesta de dos palabras: “Lo”, que significa “no” y “debar” que significa “palabra”, “comunicación”. Lodebar era el lugar del silencio, del dolor, de la tristeza, de aquellos que se refugiaban en ese silencio que causa la amargura del alma. Por mucho tiempo Mefiboset vivió, o mejor dicho perduro, en aquel lugar, viendo pasar días intrascendentes, grises, sin motivación; días en que muchas veces, se le cruzo por la mente ponerle fin a su miserable vida. El sentía un profundo desprecio por su vida al punto de considerarse un “perro muerto”.  Su autoestima estaba destruida, el se consideraba un don nadie, un desgraciado. En su corazón había una profunda desesperanza, sentía que no había futuro para él. ¿Que podía esperar del futuro? ¿Qué esperanza podía tener en el porvenir si todo lo había perdido? Estaba sin familia, sin salud, sin casa, ni bienes (todo lo había perdido) el único plan posible de subsistencia era vivir como mendigo. Aquel que había correteado por el palacio real, caminado sobre sendas alfombras rojas, y se había sentado en el trono jugando a algún día ser rey,  ahora por circunstancias que él no había elegido vivir estaba tirado en el suelo, pobre de toda pobreza.

Hay quienes, al igual que Mefiboset se encuentran en Lodebar, en tierra de dolor, de desesperanza, de resignación, viendo sus días pasar sin saber bien qué hacer con su existencia. Alguien te “dejo caer” y a partir de es día quedaste “lisiado del alma” y no te pudiste levantar nunca más. Te dejo caer ese padrastro abusador, ese tío que entro en tu habitación y te quito lo más preciado, tu inocencia, te dejo caer ese amigo o amiga en quien tanto confiabas, te dejo caer ese pastor que en vez de ayudarte te condeno, te dejo caer ese esposo que se fue de tu lado simplemente porque te cambio por una mujer más joven, te dejo caer ese jefe que te dijo que ya no quería contar más contigo, y fue a partir de ese día que tu corazón quedo lisiado incapaz de creer, de soñar, de tener esperanza en un mañana mejor. Fue desde ese día que sentiste que tu vida ya no tenía valor y al igual que Mefiboset decidiste esconderte, callar, llorar en secreto, cargar solo ese dolor.

Con el paso del tiempo subió David al trono de Israel. Cierta mañana, este,  se despertó con una idea fija. Es que no había podido dormir bien pensando en su amigo inseparable Jonatán quien ya había muerto. Decidió, por causa de ese amor tan grande que lo unió a Jonatán, hacer misericordia a su casa. Es así que llama a Siba, su asistente personal, y le pregunta: “¿No ha quedado nadie de la casa de Saúl a quien yo haga misericordia?” Siba le habla acerca de Mefiboset, pero le advierte que ahora es un lisiado y mendigo. El Rey le dijo: “tráemelo”. Siba, que tipifica al Espíritu Santo, va en busca de Mefi boset y finalmente lo halla en Lodebar, tirado en su lecho escondido dentro de una cueva. Mefiboset, imagina lo peor. Supone que ese es su fin. “El rey me encontró y ahora me va a matar”. De todos modos poco le importo, le daba lo mismo, pues sentía que su vida no tenía valor y que quizá la muerte vendría a liberarlo de su pesadilla. Siba lo convence de acompañarlo, y de que el rey lo estaba buscando,  no para condenarlo, sino para hacer con el misericordia. Cuando llego delante del Rey David,  se postro a sus pies y fue allí que sus oídos confirmaron lo que parecía increíble. David le dijo “No tengas temor, porque a partir de este día te sentaras conmigo a mesa, comerás de mi comida, y no solo eso,  sino que te restituiré todo lo que era de la casa de tu padre que te fue quitado;  casa, campos, posesiones, todo volverá a tu mano!”. Mefiboset no se sentía merecedor de semejantes bendiciones, y ciertamente no lo era, el no había hecho nada para merecerlas, no había virtud en el, pero la gracia y la misericordia del rey ahora lo estaba llenando de vida y esperanza!. En un solo día su vida cambio porque el rey lo mando a llamar y porque él se postro en su presencia. Pero había una preocupación más en el corazón de Mefiboset: Sus piernas. “Rey yo no puedo estar en el palacio, yo no debo sentarme a la mesa, por mi defecto, por mis imperfecciones...Que van a decir los demás?”… “No califico para ese lugar!”. David le dijo: Cuando estés a la mesa, el mantel te cubrirá y nadie notara tu carencia. A muchos les hubiese gustado que la historia terminase con la aparición de un profeta orando por sus piernas y Mefiboset volviendo a caminar, pero no ocurrió así. A menudo tenemos que aprender a vivir con nuestras heridas, con nuestras imperfecciones, con las marcas del pasado, pero eso será solo una anécdota pues el “mantel” llamado gracia, ha de cubrir nuestras imperfecciones de tal manera que nadie lo notara a menos que decidamos contarlo.

Tu querido lector eres Mefiboset, quien por causa de las circunstancias dolorosas del pasado, por causa de quienes te dejaron caer, perdiste quizá los mejores años de tu vida en “Lodebar” la tierra de la tristeza y del silencio de la amargura. Es al presente que aun no sabes muy bien qué hacer con tu existencia. Muchos te han abandonado, otros te han juzgado y otros te han dejado a la deriva de tu propia suerte. Hay un Rey bueno y lleno de amor llamado Jesús que quiere hacer contigo misericordia y aunque te falte fe, aunque no haya méritos en ti para merecer sus bendiciones el decidió buscarte y llamarte a través de su Espíritu Santo, para darte una vida mejor. No dudes en acudir a él, no dudes en postrarte en su presencia porque haciéndolo comerás siempre de su mesa y el mantel de la gracia cubrirá tus heridas y vivirás con el rey siendo un hijo mas.

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