MEMORIAL AL OBISPO DANIEL GLAUCHE
"Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob. Dios no
es Dios de muertos, sino de vivos". San Mateo 22:32
Para Dios todos aquellos que han partido de esta tierra en
la fe están vivos, es decir, presentes delante de él. Somos nosotros quienes
temporalmente, no vemos al ser querido que partió a la Casa del Padre, por eso,
los hijos de Dios, decimos “hasta luego”
a quienes han pasado a la eternidad, teniendo el consuelo y la fe de
encontrarnos con ellos nuevamente en el Reino. Si para Dios están vivos, para
nosotros también lo están, en nuestros corazones, en nuestra memoria y nuestra
honra permanente. Por eso creemos que es bueno, humano y saludable para
nuestras emociones mantener el memorial de los seres que amamos y que nos han
marcado a través de su vida, conducta y obras. La iniciativa de realizar un “Memorial”
en la fecha de aniversario de la partida del ser amado, tiene como objeto
recordar su vida, su ejemplo y la obra
de Cristo en él y no de venerarlo o realizarle rezos y peticiones. El único
digno de ser adorado, venerado y exaltado es Jesucristo; él es el único
mediador entre Dios y los hombres. No tiene sentido hacer oraciones por el
descanso del alma, de quienes partieron en la fe, pues están vivos para Dios y
glorificados, habiendo recibo la Corona de la vida que Cristo prometió a los
fieles ( 2º Timoteo 4:8). Tampoco nos es permitido pedirles que intercedan por
nosotros, ya que ese oficio sacerdotal es único y exclusivo de nuestro Señor
Jesucristo (1º Timoteo 2:5). En el “Memorial” se recuerda el amor, la fe, y el
legado espiritual y familiar que dejo el ser amado. Muchos patriarcas y reyes
de Israel fueron honrados en su sepultura (2º Crónicas 32:33), y se honro su
deseo póstumo, como en el caso de José, quien pidió que sus restos fuesen
llevados de Egipto a Israel.(Génesis 50:25)
Jehová se presenta como el Dios de Abraham, Isaac y Jacob. También
se identifica como el Dios de David, hablando de ellos en un estado presente y
absoluto de existencia. Es Dios mismo quien honra de esta manera el legado
espiritual de sus hijos. Considerando esta verdad, no es entonces descabellado
traer a memoria a quienes han dejado una huella de fe. En Hebreos 11
encontramos un memorial de todos aquellos hombres y mujeres que están en el Reino celestial, en el cual se
menciona de cada uno de ellos, su nombre, su obra, su entrega, su sacrificio y
se nos invita a tenerlos presentes para imitar su ejemplo.
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