EL REY TE MANDO A LLAMAR

 


Cierto día el Rey David se encontraba pensativo y nostálgico, recordando aquella amistad profunda que lo había unido durante tantos años a Jonatán, quien ya había muerto. Deseoso el rey de honrar la memoria de aquella amistad, pregunto si no había quedado nadie de la casa de Saúl (padre de Jonatán y primer rey de Israel) a quien él pudiera hacerle misericordia. Alguien le dijo: “Si mi señor, en Lodebar vive Mefiboset, hijo de Jonatán, un joven tullido de los pies” David dijo tráiganmelo que quiero hablar con él. Cuando Mefiboset llega a la presencia del rey se postra en reverencia, pues no podía creer que semejante honra le estuviese aconteciendo, menos iba a poder creer lo que estaba a punto de escuchar. El rey David le dice: “A partir de este día te devolveré todas las tierras que fueron de tu familia y comerás siempre de mi mesa. Quebrado y profundamente emocionado por aquel acto de bondad Mefiboset declara: “Quien es tu siervo para que mires a un perro muerto como yo”. Desde aquel día Mefiboset vivió en el palacio del Rey y se sentó por siempre en la mesa del rey. Su vida cambio para siempre porque el rey lo mando a llamar e hizo misericordia con él.

Mefiboset no solo tenía las piernas quebradas sino también el corazón, la autoestima, a tal punto que se consideraba un perro muerto! La vida había sido muy dura con él. A los 5 años cuando llegaron mensajeros dando la noticia de la muerte en un solo día de su abuelo y de su padre, su nodriza, temerosa de que también viniesen por él, lo toma en sus brazos y en el apuro se tropieza y el niño cae de sus brazos y se quiebra las piernas, y desde allí nunca más vuelve a caminar. En un solo día todas las desgracias juntas: muere su padre, muere su abuelo y el queda para siempre tullido de los pies. Nunca pudo superar aquel golpe al punto que se recluyo en Lodebar una pequeña aldea cuyo nombre significa “lugar de desolación”.  En Lodebar vivían los golpeados por la vida, los afligidos, endeudados, abusados, despojados, perseguidos. Lodebar era la tierra del olvido, la tierra sin sueños, sin pastos, sin futuro, la tierra sin esperanzas.

Muchos hasta hoy vivieron en Lodebar;  sin pasión, sin vida, sin proyectos, sin anhelos, sin esperanzas, en la tierra del silencio, de la depresión, del olvido, la tierra de los golpeados, pero de allí te saca hoy el Rey, te cambia las ropas, tu condición y te hará sentar a su mesa.

Muchos como Mefiboset, han sido golpeados, han enfrentando heridas que hasta el día de hoy no has podido sanar. Alguien te dejo caer, alguien intencionalmente o no te produjo un daño interior que te llevo a vivir en Lodebar. Quizá ese quiebre se produjo cuando esa pareja te traiciono, cuando recibiste el telegrama de despido, cuando el médico menciono esa maldita enfermedad, alguien quebró tu corazón con esa odiosa comparación, o con esas palabras de descalificación que fueron como dagas afiladas en tu pecho, alguien prometió estar contigo y te abandonó, quien se suponía que debía cuidarte y protegerte termino violando tu intimidad , tu inocencia, y a partir de ese día nunca más volviste a ser la misma o el mismo, alguien que debió cuidarte te soltó y es al día de hoy que no lo puedes superar y eso te llevo a vivir desconfiado, prejuicioso, encerrado en tu dolor, con una autoestima tan dañada que llegaste a considerarte como Mefiboset un “perro muerto”. Hay dolores, heridas tan profundas y ocultas en la vida que llevamos por dentro que nos llevan a pensar que nuestra vida no tiene valor, que nadie jamás va a poner sus ojos en nosotros, que nadie nos ha de tener en cuenta, que nadie llegara a amarnos. Pero hay un rey que no solo piensa en ti, sino que te ama de forma incondicional, y está dispuesto a hacerte recuperar todo lo que perdiste, a cambiar tu condición para siempre, a sentarte a su mesa para que nunca más te falte nada, a devolverte la dignidad y las ganas de soñar. Ese rey bueno y bondadoso es Jesús ¡

 

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